martes, 2 de diciembre de 2008

ODA AL FUTBOL




¿Cómo vas a saber lo que es el amor?
Si nunca te hiciste hincha de un club

¿Cómo vas a saber lo que es el dolor?
Si jamás un zaguero te rompió la tibia y el peroné y estuviste en una barrera y la pelota te pegó justo ahí…

¿Cómo vas a saber lo que es el placer?
Si nunca diste una vuelta olímpica de visitante

¿Cómo vas a saber lo que es el cariño?
Si nunca la acariciaste de chanfle
entrándole con el revés del pie
para dejarla jadeando bajo la red

¡¡Escúchame!!,

¿Cómo vas a saber lo que es la solidaridad?
Si jamás saliste a dar la cara
por un compañero golpeado desde atrás

¿Cómo vas a saber lo que es la poesía?
Si jamás tiraste una gambeta

¿Cómo vas a saber lo que es la humillación?
Si jamás te metieron un caño

¿Cómo vas a saber lo que es la amistad?
Si nunca devolviste una pared

¿Cómo vas a saber lo que es el pánico?
Si nunca te sorprendieron mal parado en un contragolpe

¿Cómo vas a saber lo que es morir un poco?
Si jamás fuiste a buscar la pelota dentro del arco

¡Decime viejo!

¿Cómo vas a saber lo que es la soledad?
Si jamás te paraste bajo los tres palos,
a doce pasos de uno que te quería fusilar
y terminar con tus esperanzas

¿Cómo vas a saber lo que es el barro?
Si nunca te tiraste a los pies de nadie
Para mandar una pelota sobre un lateral

¿Cómo vas a saber lo que es el egoísmo?
Si nunca hiciste una de más
cuando tenias que dársela,
al nueve que estaba solo

¿Cómo vas a saber lo que es el arte?
Si nunca, pero nunca inventaste una rabona

¿Cómo vas a saber lo que es la música?
Si jamás cantaste desde la popular


¿Cómo vas a saber lo que es la injusticia?
Si nunca te saco tarjeta roja, un referí localista

Decime, ¿Cómo vas a saber lo que es el insomnio?
Si jamás te fuiste al descenso

¿Cómo, cómo vas a saber lo que es el odio?
Si nunca hiciste un gol en contra

¿Cómo, pero cómo vas a saber lo que es llorar?
Si, llorar, si jamás perdiste una final de un mundial
sobre la hora con un penal dudoso

¿Cómo vas a saber querido amigo?

¿Cómo vas a saber lo que es la vida?
Si nunca, jamás jugaste al fútbol.

lunes, 1 de diciembre de 2008

MANUEL FRANCISCO DOS SANTOS. " Garrincha "


Cuando murio Garrincha lloro todo Brasil y el mundo del futbol perdio al que ha sido un mago del balon y posiblemente el mejor extremo derecho que ha habido nunca.
Cuando era pequeño (le apodaron Garrincha que queria decir pajarito feo e inutil) sufrio poliomielitis y los medicos le dijeron que nunca podria andar con normalidad, de hecho era zambo (tenia los pies girados 80 grados hacia dentro) y tenia una pierna 6 cm. mas larga que la otra, pero se equivocaron, y esas piernas le sirvieron para ser el rey del regate (amagaba hacia el centro y se iba por la derecha).

Nunca nadie ha tenido la valentia de hacer los regates, las fintas, los amagos y las jugadas hasta la linea de fondo que hizo Garrincha. Tenia una clase individual prodigiosa y aprovecho la banda derecha como nadie. Daba igual el marcador que le pusieran, Garrincha siempre le regateaba una, dos o tres veces antes de poner el balon al compañero mejor colocado.

Jugo 60 partidos con la seleccion brasileña, esa seleccion que nunca perdio con el y Pele en el campo. Debuto como profesional en el Botafogo con 20 años con el que llego a marcar 232 goles (el dia de su debut ya marco 3). Por aquella epoca los partidos contra el Santos de Pele eran memorables

Sus problemas con el alchol y las mujeres le llevaron a la decadencia futbolistica. Se vio envuelto en un escandalo cuando dejo a su mujer y a sus 8 hijos para casarse con una cantante. Tambien tuvo problemas con Hacienda. Su muerte que se produjo el 20 de Enero de 1983 en Rio. Aquel dia el llamado por muchos "Pajaron Cantor" dejo de cantar para todos los buenos aficionados al futbol.
Historial
Nacio en Pau Grande (Brasil) el 28 de Octubre de 1933
Equipos: Botafogo, Corinthians, Flamengo, Bangu, Portuguesa Santista y Olaria.
Titulos: 3 Ligas Cariocas, 2 Campeonatos brasileños y 2 Copas del Mundo. Fue elegido como mejor jugador del mundo en 1962.
De los 60 partidos que jugo con la seleccion gano 52, empato 7 y solo perdio 1 en Liverpool contra Checoslovaquia.

jueves, 27 de noviembre de 2008

África es la revolución


Los europeos prestan más atención a la Copa de África de Naciones que a la Copa América.

Esto se debe, entre otras cosas, al interés de millones de inmigrantes de origen africano y sus descendientes, cuyo reclamo se hace sentir en los ratings de la televisión y el tiraje de los diarios.

(La Copa América llega de contramano a los medios, porque los partidos se juegan cuando los europeos duermen).

Pero las emisoras, los diarios y los sitios de internet también tienen otro público que atender, un interés mayoritario, y no dedicarían tanto espacio a la Copa de África si no tuvieran otra razón de peso.

Esa razón es uno de los anzuelos periodísticos más antiguos: el fermento revolucionario.

La revolución


Costa de Marfil, una de las sorpresas del fútbol africano.

Los europeos dan mucha importancia al fútbol africano porque su realidad actual es revolucionaria.

Las revoluciones siempre despiertan más interés que los regímenes establecidos. O decadentes, si ustedes quieren.

Desde El Cairo hasta Ciudad del Cabo, el fútbol africano está sacudido por formidables convulsiones, reflejadas hace poco en la clasificación para el mundial de países supuestamente atrasados futbolísticamente: Togo, Angola y Costa de Marfil, donde además se libra una guerra civil paralizante.

La eliminación del torneo mayor de Nigeria, Camerún, Senegal, Marruecos y Egipto, vista al principio como un signo de debilidad de esos países, es en realidad la consecuencia del avance de la segunda fila del fútbol africano.

El débil al poder

En fútbol, el orden establecido es (¿o era?) el predominio de cuatro o cinco naciones europeas y sudamericanas, en una especie de "mercado cerrado".


Los procesos revolucionarios se caracterizan por este tipo de saltos bruscos, que desafían el orden establecido.

Esto abre oportunidades para los individuos y organizaciones que en circunstancias normales sabrían perfectamente cuál es "su lugar".

En fútbol, el orden establecido es (¿o era?) el predominio de cuatro o cinco naciones europeas y sudamericanas, en una especie de "mercado cerrado".

En este mercado, y cuando las normas en las ligas europeas lo permitieron, tres países sudamericanos, Brasil, Argentina y Uruguay, fueron los proveedores tradicionales de "mano de obra especializada".

Ahora es diferente. El caso Borman abrió las compuertas y ahora el mercado africano ofrece mano de obra capaz a un costo muy bajo.

Africanos europeos


El caso de Zidane desmintió una de las grandes falacias del fútbol: que África era capaz de producir grandes jugadores negros pero ninguno árabe.


Las crónicas desde Egipto sobre esta Copa de África mencionan al camerunés Samuel Eto'o, el marfileño Didier Drogba, el egipcio Mido y los nigerianos Kanu y Jay-Jay Okocha, en un contexto que parece señalarlos como las máximas estrellas del fútbol africano.

Esto pasa por alto a buena parte del seleccionado francés de fútbol, mayoritariamente africano: Vieira es senegalés; Zidane es hijo de inmigrantes argelinos.

Y no olvidemos al legendario Eusebio (64 años el próximo miércoles), que es de Mozambique.

Falacia desmentida

El caso de Zidane desmintió una de las grandes falacias del fútbol: que África era capaz de producir grandes jugadores negros pero ninguno árabe. Se suponía que la cultura árabe reprimía la expresión individual, que el caos de las sociedades negras era más fértil para el fútbol.

El verdadero estímulo no es el caos, sino la pasión, exacerbada por la necesidad.

La mejor cuna del fútbol es humilde, es pobre.

Fertilidad de la miseria


Sin el estímulo de la miseria, la estructura del fútbol brasileño no sería capaz de engendrar a jugadores como Ronaldinho. Daría a Kaká, como no, pero nunca a Ronaldinho. ¿Ven la diferencia?


Hay algo en el fútbol que se nutre de la miseria, o mejor dicho, del deseo de escapar de ella.

Este es el gran secreto de la fabulosa creatividad del fútbol brasileño, en un gigantesco país donde se dan todos los ingredientes necesarios: tradición, pasión, buen gusto, organización, recursos, ambición y también el motor misterioso de la miseria.

Sin el estímulo de la miseria, la estructura del fútbol brasileño no sería capaz de engendrar a jugadores como Ronaldinho.

Daría a Kaká, como no, pero nunca a Ronaldinho. ¿Ven la diferencia?

El fútbol africano está en pañales en comparación con el latinoamericano, pero le sobra vitalidad y el espolón de la miseria pica más fuerte.

Vigencia de la mafia

Los mafiosos fueron los primeros en advertirlo, como siempre.

En estos días han circulado numerosas denuncias e informes periodísticos sobre casos de abuso de adolescentes africanos, atraídos con la promesa de jugar en los grandes clubes europeos.

Los gestores o intermediarios les prometen el futuro, que deben pagar por adelantado.

Las familias reúnen como pueden el dinero para el pasaje y la "gestión" del agente.

Algunos de esos jóvenes terminan jugando en clubes de Bélgica o Francia, pero la mayoría se desloma en trabajos serviles en las cocinas de los ricos.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Bob Marley y el futbol


Creo que a nadie le voy a descubrir nada si digo que Bob Marley era un gran aficionado al fútbol. Se podría llenar un gran álbum con fotografías de Bob jugando al fútbol. En Jamaica y en cuatro continentes. En campos, parques, pruebas de sonido… en cualquier lugar. Cuando Bob Marley y los Wailers aterrizaron en Ibiza el 28 de junio de 1978, el balón ya echó a rodar en la propia pista del aeropuerto. La foto que acompaña esta entrada está tomada en Miami en 1980.

“El fútbol es libertad”, dijo Bob Marley en varias ocasiones. Para él fue mucho más que eso. Con el fútbol hizo amigos, confraternizó con jugadores, periodistas y músicos de muchos países. Y también le produjo lesiones que le molestaron en conciertos y grabaciones. Suelen contar que era un gran jugador, y la verdad es que en fotos y vídeos se le ven buenas maneras.

Hubo otros dos deportes muy diferentes que también practicó a lo largo de su vida y de los que hay menos constancia. Algún dia les hablaré de ellos.

martes, 25 de noviembre de 2008

EL HINCHA


El hincha
Una vez por semana, el hincha huye de su casa y asiste al estadio
.

Flamean las banderas, suenan las matracas, los cohetes, los tambores, llueven las serpientes y el papel picado; la ciudad desaparece, la rutina se olvida, sólo existe el templo. En este espacio sagrado, la única religión que no tiene ateos exibe a sus divinidades. Aunque el hincha puede contemplar el milagro, más cómodamente, en la pantalla de la tele, prefiere emprender la peregrinación hacia este lugar donde puede ver en carne y hueso a sus ángeles, batiéndose a duelo contra los demonios de turno.

Aquí, el hincha agita el pañuelo, traga saliva, glup, traga veneno, se come la gorra, susurra plegarias y maldiciones y de pronto se rompe la garganta en una ovación y salta como pulga abrazando al desconocido que grita el gol a su lado. Mientras dura la misa pagana, el hincha es muchos. Con miles de devotos comparte la certeza de que somos los mejores, todos los árbitros están vendidos, todos los rivales son tramposos.

Rara vez el hincha dice: «hoy juega mi club». Más bien dice: «Hoy jugamos nosotros». Bien sabe este jugador número doce que es él quein sopla los vientos de fervor que empujan la pelota cuando ella se duerme, como bien saben los otros once jugadores que jugar sin hinchada es como bailar sin música.

Cuando el partido concluye, el hincha, que no se ha movido de la tribuna, celebra su victoria; qué goleada les hicimos, qué paliza les dimos, o llora su derrota; otra vez nos estafaron, juez ladrón. Y entonces el sol se va y el hncha se va. Caen las sombras sobre el estadio que se vacía. En las gradas de cemento arden, aquí y allá, algunas hogueras de fuego fugaz, mientras se van apagando las luces y las voces. El estadio se queda solo y también el hincha regresa a su soledad, yo que ha sido nosotros: el hincha se aleja, se dispersa, se pierde, y el domingo es melancólico como un miércoles de cenizas después de la muerte del carnaval.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Estudiantes del 68


El maestro Osvaldo armó un equipo desbordante de coraje, temple y sacrificio, que también tenía su cuota de talento y una inteligencia suprema para manejar los partidos. Así, conquistó América y se hizo mito.
Estilo propio. Eso fue lo que distinguió al Estudiantes de Osvaldo Zubeldía en la Libertadores del 68. Porque impuso su sello, sin imitar nada, sin parecerse a ningún otro. Como suele suceder con los grandes campeones.

Caracter, disciplina, coraje, sacrificio, entrega total... algunas de las características que sobresalieron en ese Pincha histórico, al que además no le faltaba su importante cuota de talento y juego de jerarquía, sobre todo surgidos de los pies de Juan Ramón Verón.

Un debut con goleada (4-2) sobre el Rey de Copas fue el mejor augurio de lo que vendría. A partir de entonces, el equipo de Don Osvaldo fue forjando su identidad y empezó a hacerse conocer en el continente.

Así, uno a uno fueron pasando los partidos y los rivales, mientras el Pincha se iba haciendo cada vez más fuerte. Independiente, Deportivo Cali, Millonarios, Universitario, Racing (por entonces campeón del mundo) y Palmeiras fueron sus víctimas.

La Plata fue un deliro total pintado de blanco y rojo. La fiesta en las calles de la ciudad se estiró por casi un día sin interrupciones. El equipo chico, desconocido por muchos, había conquistado América. Era apenas el comienzo de una historia que leugo se haría más grande aún. Mucho más grande...

Las perlitas de la final
La definición del título tuvo que ir a un tercer partido, que después del triunfo de Estudiantes en La Plata y el del Palmeiras en San Pablo, se disputó en el Centenario de Montevideo. Allí, el Pincha jugó un partidazo, no les dio chances a los brasileños y se impuso 2-0 después de dos jugadas espectaculares.

En la primera, Pachamé tomó la pelota en su campo y realizó una notable maniobra para habilitar a Ribaudo, quien abrió el marcador. El segundo tanto fue una obra maestra surgida de la calidad de la Bruja Verón, que la hizo toda y definió el partido y la Copa.



La campaña

Primera fase (Grupo 1)
Estudiantes - Independiente (V) 4-2 (Ribaudo -2-, Etchecopar y Verón).
Estudiantes - Millonarios (V) 1-0 (Flores).
Estudiantes - Deportivos Cali (V) 2-1 (Bilardo y Etchecopar).
Estudiantes - Deportivo Cali (L) 3-0 (Ribaudo, Verón y Etchecopar).
Estudiantes - Millonarios (L) 0-0
Estudiantes - Independiente (L) 2-0 (Pachamé y Conigliaro)

Segunda fase (Zona 1)
Estudiantes - Universitario (V) 0-1.
Estudiantes - Independiente (V) 2-1 (Ribaudo -2-)
Estudiantes - Independiente (L) 1-0 (Flores).
Estudiantes - Universitario (L) 1-0 (Verón)

Semifinales
Estudiantes - Racing (V) 0-2
Estudiantes - Racing (L) 3-0 (Verón -2- y Fucceneco)
Estudiantes - Racing (cancha neutral, se jugó en River) 1-1 (Verón)
*Estudiantes se clasificó a la final por diferencia de goles

Finales
Estudiantes - Palmeiras (L) 2-1 (Verón y Flores)
Estudiantes - Palmeiras (V) 1-3 (Verón)
Estudiantes - Palmeiras (cancha neutral, se jugó en el Centenario de Montevideo) 2-0 (Ribaudo y Verón).

El partido de la consagración

Estudiantes (2): Poletti, Aguirre Suárez, Medina, Malbernat, Pachamé, Madero, Ribaudo, Bilardo, Conigliario, Flores y Verón. DT: Osvaldo Zuberldía
Palmeiras (0): Peres, Baldocchi, Osmar, Escalera, Dudú, Ferrari, Suingue, Tupazinho, Servilio (ST China), Ademir da Guia y Rinaldo.
Goles: PT 13' Ribaudo (E) y ST 35' Verón (E)
Estadio: Centenario, de Montevideo.
Arbitro: César Orozco (Perú)
Jugado el 16 de mayo de 1968



"Si ve una Bruja montada en una escoba, ese es Verón, Verón, Verón que está de joda". El hit de la hinchada Pincha por aquellos años fue lo más cantado durante la Libertadores de 1968.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Una Sonrisa Exactamente Asi


UN CUENTO DE EDUARDO SACHERI

Hasta ahora sonreíste siete veces. Por supuesto que las tengo contadas. Hace un rato increíblemente largo que vengo mareándote con mis palabras, por estrategia o por desesperación, y verte sonreír es –me parece- la única huella que puede llegar a indicarme si voy bien o si estoy perdido.

La primera fue la más fácil. Las difíciles fueron desde la segunda en adelante. Tu primera sonrisa fue automática, impersonal. Fue un reflejo de la mía. Casi un acto de imitación involuntaria. Un tipo joven se acerca a tu mesa, se te planta adelante y te dice “hola” mientras sonríe y vos, que estabas absorta mirando hacia fuera, hacia la calle, volvés de tu limbo y contestás aquella sonrisa con una igual, o parecida.

A partir de entonces las cosas se complicaron. Fue mucho más difícil conseguir que soltaras la segunda. Porque este desconocido que era –que sigo siendo- yo, sin dejar de sonreír, te pidió permiso para ocupar la silla vacía de tu mesa. Unos minutos –prometí-, no demasiados. Un rato, porque tenía que decirte algo. Entonces de tu rostro se fue aquella sonrisa, la primera, la del reflejo o el saludo, la que era nada más que un eco de la mía. Y en su lugar quedaron la extrañeza, la incertidumbre, las cejas un poco fruncidas, un ápice de temor. ¿Qué quería este desconocido? ¿De dónde lo habían sacado?

Como te sostuve esa mirada, como aguanté a pie firme este bochorno precisamente por causa y por culpa de esa mirada tuya, no de esa pero sí de otra nacida de los mismos ojos –la que tenías mientras mirabas hacia fuera del café sin ver a nadie, ni a mí ni a los otros, justo cuando yo pasaba corriendo por Suipacha-, como te la sostuve, digo, vi que estabas a punto de decirme que no, que no podía sentarme a tu mesa. ¿Dónde se ha visto que una chica acepte sin más ni más a un desconocido en su mesa, sobre todo si el desconocido tiene el traje desaliñado, la corbata floja y la cara empapada de sudor, como si llevara unas cuantas cuadras lanzado a la carrera?

Ibas a decirme que no, y si no lo habías hecho aún era porque en el fondo te daba algo de pena. Fue por eso, porque se notaba en tu rostro que ibas a decirme que no, aunque te diera pena, que alcé un poco las manos como deteniéndote, y te rogué que me dejaras hablarte de los uruguayos del Maracaná.

Para eso sí que no estabas lista. No había modo de que lo estuvieras. ¿Quién hubiese podido estarlo? Te habrá sonado igual de loco que si te hubiera dicho que quería contarte sobre la elaboración de aserrín a base de manteca o sobre la inminente invasión de los marcianos. Pero la sorpresa tuvo, me parece, la virtud de desactivarte por un instante la decisión de echarme.

Y en ese instante, como en el resto de esta media hora de locos, no me quedó otra alternativa que seguir adelante. ¿Te fijaste cómo hacen los chicos chiquitos, cuando se pegan sigilosos a las piernas de sus madres mientras ellas están atareadas en otra cosa, para que los alcen a upa aunque sea por reflejo y sin distraerse de lo que están haciendo? Más o menos así me dejé caer en la silla frente a vos. Sin dejar de hablar ni de mirarte, y sin atreverme a apoyar los codos sobre la madera, como para que mi aterrizaje no fuese tan rotundo.

Para disimular no tuve más opción que lanzarme a hablar, aunque no supiese bien por dónde empezar y por dónde seguir. Arranqué por la imagen que a mí mismo me cautivó la primera vez que alguien me puso al tanto de esa historia: once jugadores vestidos de celeste en un campo de juego, rodeados por doscientos mil brasileños que los aplastan con su griterío furioso, a punto de empezar a jugar un partido que no pueden ganar nunca.

Te dije eso y tuve que hacer una pausa, porque si seguía amontonando palabras esa imagen iba a perder su fuerza. Y noté que querías seguir escuchando, y no por el arte que tengo para contar, sino porque ese es un principio tan bello y tan prometedor para una historia que a cualquiera que la escuche sólo le cabe seguir atento para enterarse de lo que pasa con esos once muchachos.

Me pareció entonces que era el momento de agregarte algunos datos que te ubicasen mejor en esa trama. Año 1950, te dije, Campeonato Mundial de Fútbol, partido final Brasil-Uruguay, Río de Janeiro, 16 de julio, tres y media de la tarde, te dije.

Esa fue la segunda vez que sonreíste. Una sonrisa extrañada, a lo mejor desconcertada, a lo peor compasiva, pero sonrisa al fin. Ya no tenías temor de que este tipo locuaz de traje gris fuese un asesino serial o un esquizofrénico. Podía ser un idiota, pero en una de esas, no. Y la historia estaba buena. Por eso te seguí pintando el panorama, y te conté que los brasileños llegaban a ese partido final después de meterle siete goles a Suecia y seis a España. Y que Uruguay le había ganado por un gol a los suecos y había empatado con los españoles. Y que con el empate le alcazaba a Brasil para ser campeón del mundo por primera vez.

Ahí yo hice otra pausa, porque me pareció que tenías datos suficientes como para que la historia fuera creciendo en tu cabeza. “¿Sabés qué les dijo un dirigente uruguayo a sus jugadores, antes de salir a jugar la final?”, te pregunté. Vos no sabías, cómo ibas a saber. “-Traten de perder por poco. Intenten no comerse más de cuatro-. Eso les dijo. Les pidió que evitaran el papelón de comerse seis o siete. ¿Te imaginás?”, te pregunté. Y vos moviste la cabeza diciendo que sí, y yo me quise morir viéndote así, porque estabas imaginando lo que yo te estaba contando, y era una estupidez, pero fue entonces, hace veinte minutos, que tuve la intuición fugaz de que era el primer diálogo que teníamos en toda la vida. Vos estabas ahí, o mejor dicho vos estabas ahí dejándome a mí también estar ahí porque te estaba contando de los uruguayos. Era esa historia la que me tenía todavía vivo en el incendio de tus ojos, y por eso te seguí contando.

Esos once muchachos vestidos de celeste entraron a cumplir con un trámite, te dije. El de perder y volverse a casa. Para eso el Maracaná recién estrenado, las portadas de los diarios impresas desde la mañana, el discurso del presidente de la FIFA felicitando a los campeones en portugués, la mayor multitud reunida jamás en una cancha, los petardos haciendo temblar el suelo.

“Con decirte –proseguí- que la banda de música que tenía que tocar el himno nacional del ganador no tenía la partitura del himno uruguayo”, y abriste mucho los ojos, y yo te pedí que no abrieras los ojos así porque podías tumbarme al suelo con la onda expansiva, y esa fue tu tercera sonrisa, con las mejillas un poco rojas asimilando el piropo cursi y suburbano. Supongo que yo –definitivamente enamorado- también me puse colorado, y salí del paso contándote el partido, o lo que se sabe del partido, o lo que no se sabe y todo el mundo ha inventado del partido. Un Brasil lanzado a lo de siempre: a triturar a sus rivales, a engullir seleccionados, a llenarle el arco de goles a todo el mundo, a sepultar rápido los noventa minutos que los separaban de la gloria. Un Uruguay chiquito, un Uruguay estorbo, un Uruguay que molesta y pospone el paraíso. Un Uruguay ordenado y prolijo que le cierra todos los agujeros y los caminos, y un primer tiempo que termina cero a cero pero es casi lo mismo porque el empate le sirve a Brasil.

“Y empieza el segundo tiempo y a los dos minutos –continué- Friaca marca un gol para Brasil”. Entonces fruncí los labios y moví las manos en ese gesto que quiere decir “listo, ya está, asunto terminado”, y que vos interpretaste a la perfección, porque te pusiste un poco triste.

“Imaginate lo que era el Maracaná después del 1 a 0”, agregué. Los uruguayos ya tenían que meter dos goles, y en realidad lo más probable era que Brasil les metiera otros cuatro antes de que esos pobres muchachos consiguieran llegar a la otra área.

Creo que ese fue el momento más difícil. No digo de esa final del Mundo. Me refiero a nuestra charla, o más bien a mi monólogo. Tal vez te suene ridículo –en realidad lo lógico es que todo esto te suene absolutamente ridículo-, pero evocar ese instante del gol de Friaca, con todo el mundo enloquecido y feliz alrededor de esos once uruguayos náufragos me hizo sentir a mí también el frío mortal de la derrota. Y estuve a punto de rendirme, de ponerme de pie, de ofrecerte la mano y despedirme con una disculpa por el tiempo que te había hecho perder. No sé si te ha ocurrido, eso de entusiasmarte hasta el paroxismo con alguna idea que apenas la echás a rodar se vuelve harina y es nada más que pegote entre los dedos. Así quedé yo en ese momento.

Pero entonces me salvó tu cuarta sonrisa. Al principio no la vi, porque me había quedado mirando tu pocillo vacío y el vaso de agua por la mitad. Por eso me preguntaste “¿Y?”, como diciendo qué pasó después, y entonces no tuve más remedio que alzar la vista y mirarte. Tenías la cabeza apoyada en la mano, y el codo en la mesa y los ojos en mí. Y tus labios todavía no habían desdibujado esa sonrisa de curiosidad, de alguien que quiere que le sigan contando el cuento.

No me quedó más remedio –o lo elegí yo, es verdad, pero a veces es más fácil elegir cuando uno piensa que no tiene más remedio- que caminar hasta el fondo del arco y buscar la pelota para volver a sacar del mediocampo. Recién, hace quince minutos, lo hice yo; en el ’50, en Río, lo hizo Obdulio Varela. El cinco. El capitán de los celestes. Te dije que según la leyenda se pasó cinco minutos discutiendo con el árbitro para enfriar el clima del estadio. Pero son tantas las leyendas de esa tarde que si te las contaba todas no iba a terminar nunca. Esos uruguayos, pobres, habrán gastado mucha más saliva, a lo largo de sus vidas, desmintiendo las fábulas de lo que no fue que relatando lo que sí pasó.

Se reanudó el partido. Y yo, contándotelo, hice más o menos lo mismo. A esa altura se supone que está todo dicho y todo hecho –te situé-: Uruguay pudo resistir el primer tiempo completo. Ahora que entró el primer gol tiene que entrar otro más, y otros dos, u otros cuatro. Ahora la historia va a enderezarse y caminar derecha hacia donde debe.

Pero el asunto se escribe de otro modo. Porque ese gol que Friaca acaba de meter no es solamente el primero de Brasil en esa tarde. También es el último. Nadie lo sabe, por supuesto. Ni los brasileños que juegan ni los brasileños que miran ni los brasileños que escuchan. Pero los once celestes sí parecen tenerlo claro.

Tan claro que siguen jugando como si nada. Como si más allá de las líneas de cal se hubiese acabado para siempre el mundo. Tal vez por eso, porque están decididos ni más ni menos que a jugar al fútbol, desborda la camiseta celeste de Ghiggia por derecha, envía el centro y Schiaffino la manda guardar en el arco de Barbosa, que no lo sabe pero acaba de empezar a morir; aunque todavía le falten cincuenta años hasta que de verdad se muera.

No sé si en otros deportes esas cosas son posibles. En el fútbol sí. Nada es para siempre, ni definitivo, ni imposible. ¿Será por eso que es tan lindo? Faltan diez, nueve minutos para que Brasil sea campeón con el empate. Pero Ghiggia se la toca a Pérez que se la devuelve profunda, como en el primer gol, por la derecha, hacia el área. El puntero celeste lo encara a Bigode y lo deja de seña, aunque se acerca peligrosamente al fondo y eso lo deja sin ángulo de disparo. Lo lógico es que Ghiggia tire el centro. Eso es lo que esperan sus compañeros, que le piden impacientes la pelota. Es lo que esperan los defensores brasileños, que tratan de marcarlos. Y es lo que espera el pobre Barbosa, que se mueve apenas hacia su derecha para anticipar el envío.

Ahí vino tu quinta sonrisa. Fue de nervios. Faltó que te pusieras de pie para ver mejor, como hacen los plateístas en la cancha en las jugadas de riesgo. Esa fue la menos mía de todas tus sonrisas. Pero no me molestó, casi al contrario. Esa sonrisa fue toda para Ghiggia, para alentarlo a lograr lo que en apariencia no podía salirle: sacar el balinazo al primer palo, meter el balón entre Barbosa y el poste. Prolongaste tu sonrisa para acompañarlo en su carrera con los brazos en alto, esa carrera a solas, a solas porque sus compañeros simplemente no pueden creer que la pelota haya entrado por donde no había sitio para que entrase.

A esa altura me faltaba contarte poco. El público enmudeció de pavor, y a los jugadores de Brasil el alma se les llenó de malezas heladas. Y ahí llegó tu sexta sonrisa. Esta fue confiada. Ya habías entendido cómo terminaba la historia. Lo único que querías era que te lo confirmase. Te agregué una última leyenda, porque aunque tal vez también esa sea mentira, de todos modos es hermosa. Con el tiempo cumplido, cayó un centro al área de Uruguay. El uruguayo Schubert Gambetta alzó los brazos y tomó la pelota con las manos. Sus compañeros se querían morir. ¿Cómo va a cometer ese penal infantil en una final del Mundo, con el tiempo cumplido? Lo increpan, lo insultan. Gambetta los mira sin entenderlos. Se defiende, tal vez a los gritos, tal vez lo hace llorando. Les dice que miren al árbitro. Les pregunta si no lo escucharon. Porque aunque parezca imposible, Gambetta es el único que ha escuchado el pitazo final. Es el único que ha sido capaz de discriminar de entre todos los ruidos –el de la pelota, el de las voces, el del pánico- el sonido del silbato. Los demás terminan por entender que es cierto: el partido ha terminado, Uruguay es campeón del mundo.

Y cuando hice un segundo de silencio después de la palabra “mundo”, tu séptima sonrisa se iluminó del todo, en el alborozo de saber que esos once muchachos de celeste habían sido capaces de saltar todas las trampas del destino para volverse a Montevideo con la Copa. La tortuga que derrota a la liebre, el mendigo hecho príncipe, David contra Goliat, pero con pelota.

Si hubiese ganado Brasil nadie se acordaría demasiado del 16 de julio de 1950. Lo normal no se recuerda casi nunca. Pero ganó Uruguay, un partido que si se hubiese jugado mil veces Uruguay debería haber perdido novecientas cincuenta y empatado cuarenta y nueve. Pero de las mil alternativas Dios quiso que cayera esta: Uruguay da el batacazo más resonante de la historia del fútbol, y más de medio siglo después yo me acerco a tu mesa y te lo cuento.

Hoy es 28 de julio. Pero si vos ahora me decís que me levante y me vaya, da lo mismo que sea 37 de noviembre. Lo del 37 de noviembre te lo dije recién, hace dos minutos, pero tu sonrisa no llegó a ser porque viste mi expresión seria y te contuviste. Porque ahora hablo más en serio que en todo el resto de esta media hora que llevo sentado enfrente tuyo. Y si vos ahora me decís que me vaya, yo me levanto, dejo tres pesos por el café, te saludo alzando una mano, me mando mudar y sigo por Suipacha para el lado de Lavalle. Y vos de nuevo te ponés a mirar por la vidriera.

Igual andá con cuidado, porque es muy probable que si reincidís en eso de mirar hacia afuera con esos ojos que tenés, otro tipo haga lo mismo que yo, se enamore y entre. Más difícil será que te cuente una historia como esta que acabo de contarte, pero algo se le ocurrirá, mientras intenta no perderte. Pero bueno, pongamos que eso no sucede, y el resto de los hombres te deja en paz, mirando hacia la calle. En ese caso, de aquí a unos minutos se te irán borrando de la memoria los tonos de mi voz y los detalles de mi cara.

Y ahora viene lo más difícil. El problema es que los uruguayos pueden acompañarme hasta aquí y nada más. De ahora en adelante es imposible. Y mirá que, para esos tipos, no parece haber muchas cosas imposibles. Pero lo que falta por hacer es asunto mío. O mío y tuyo, pero no de ellos.

Lo que me falta contarte es el final, o el principio, según se mire. Me falta hablarte de mí, hace media hora, corriendo como un loco por Suipacha hacia Corrientes. Tarde, tardísimo, porque hoy todo me salió al revés desde el momento mismo en que abrí los ojos, esta mañana. El despertador que no sonó, o que me olvidé de poner, el golpe que me di con el borde de la puerta en plena frente, los dos colectivos que pasaron llenos y me dejaron de seña en la parada, el subte que fui a tomar desesperado por no llegar tardísimo al trabajo y que hizo que fuera corriendo por Suipacha desde Rivadavia y no desde Paraguay, y el semáforo de Corrientes que pasa al verde diez segundos antes de que llegue a la esquina y los autos que arrancan y yo que me agacho con las manos sobre los muslos intentando recuperar un poco el aliento, mientras giro de espaldas a la calle y me topo con el bar y con tu codo en la mesa y tu cabeza en la mano y tu mirada en el vidrio pero viendo nada.

No importa lo primero que pensé al verte. O sí, pero no es el momento. Tal vez haya oportunidad, alguna vez, de decírtelo. Depende.

Lo que sí puedo contarte es que en ese momento, mientras me asaltaba el dilema de volverme hacia Corrientes y seguir corriendo hasta Lavalle o entrar a encararte es que vinieron los uruguayos. Llegaron en ese momento. Los once: Máspoli; González y Tejera; Gambetta, Varela y Rodríguez; Ghiggia, Pérez, Migue, Schiaffino y Morán.

Te parecerá tonto, pero esos uruguayos del Maracaná me sirven de talismán. No siempre. Sólo recurro a ellos en situaciones difíciles. A veces recito la formación, como rezando. O me los imagino en el momento de entrar a la cancha con cara de “griten todo lo que quieran, que nos importa un carajo”. O lo veo a Ghiggia en el momento de meter el balón por el ojo incrédulo de la aguja de Barbosa. Si Uruguay pudo en el ’50, me dije... en una de esas quién te dice.

Por eso me desentendí del semáforo y de la calle Corrientes y entré al bar y caminé hasta tu mesa y te sonreí y vos, por reflejo, me devolviste tu primera sonrisa. Pero como te dije hace un rato el problema no son tus primeras siete sonrisas. El asunto es la que viene.

Tengo novecientas noventa y nueve chances de que me digas que me vaya, y una sola de que me pidas que me quede.

Porque ponele que yo ahora termino y vos sonreís: alguien lo mira de afuera y puede decir “¿Y qué tiene que ver que sonría? Puede sonreír porque piensa que estás loco, o que sos un tarado”, y es cierto, puede ser por eso. Y en una de esas es verdad.

Pero también puede ser que no, que sonrías porque te gusté, o porque te gustó la historia que acabo de contarte. O las dos cosas: a lo mejor te gustamos mi historia y yo, y a lo mejor te estás diciendo que en una de esas para vos también este es un día especial. Un día distinto, ese día diferente a todos los otros días en que las cosas se salen de la lógica y la vida cambia para siempre, y a lo mejor pensás eso a medida que yo te lo digo y en tu cabeza se abre la pregunta de si no será una buena idea seguirme la corriente, por lo menos hasta dentro de medio minuto cuanto te invite al cine y a cenar, o hasta dentro de un mes o hasta dentro de un año o hasta dentro de cuarenta.

Y puede que ahora sonrías una sonrisa que me indique a mí, que llevo media hora intentando leer las señales de tu rostro, que hoy no sonó el despertador y me pegué con el filo de la puerta y perdí los colectivos y corrí hasta el subte y vine corriendo desde Rivadavia y me cortó el semáforo y giré y vos estabas sentada en el café nada más que para esto, para que yo me atreva a rozar tu mano con la mía y vos de un respingo y me mires a los ojos con tus ojos como lunas y yo te sonría y vos también me sonrías, pero no con una sonrisa cualquiera sino con esta que te digo y que vos estás empezando a poner, ¿ves? Así: una sonrisa exactamente así.

Eduardo Sacheri El Futbol es Cuento.


Este profesor de historia y arquero frustrado conmueve con sus relatos que giran alrededor de la pelota pero también con una temática tan simple y atrapante como la amistad, el barrio, la escuela, el amor. Pronto su obra llegará al cine.
Eduardo Sacheri escribe cuentos de fútbol pero no se queda en el pique de la pelota. Y entonces se introduce en submundos comunes que rozan el juego o no tanto, como infancia, amistad, vivencias de colegio, travesuras de barrio, reuniones de egresados, declaración de amor en una parada de colectivos, desafío a trompadas con el hijo del almacenero que le fía a la familia, desaparecidos y dictadura, intento de conquista en un café del centro con el Maracanazo como arma de seducción, oficina, hermanos, familia.

–¿Qué tiene el fútbol de atractivo para ser carne de escritor?–El fútbol es un juego que en este país hemos jugado todos, entonces hay un montón de sobreentendidos que el lector argentino comparte con el escritor. Es tan amplio el fútbol, que incluye en su universo a mucha gente. No es exclusivo de pocos, está al alcance casi de cualquiera, por lo menos el fútbol donde mis cuentos se refugian. No es el fútbol de 150 cámaras sino el de 20 vagos que se juntan o el de hinchas de equipos ignotos que tienen todo para perder y nada para ganar. En ese sentido el fútbol te ofrece tantas oportunidades de derrota como la vida. Por eso la derrota, el riesgo y el juego son campos fértiles para la literatura. Y el fútbol tiene mucho de juego, de desafío y de derrota. Es más: la victoria es algo bastante incómodo y momentáneo. En realidad, como hincha tenés más derrotas que victorias en el fútbol. Y como jugador lo mismo: por cada una que te sale bien hay muchas que te salen mal. ¿Y si digo eso, estoy hablando de fútbol o de minas? ¿Y estoy hablando de minas o de laburo? ¿Y estoy hablando de laburo o de afectos familiares?

–El intelectual siempre despreció el fútbol.–Ese prejuicio existe, pero ha cedido un poco. Creo que en el país falta narrativa que tenga que ver con la vida cotidiana de la gente, para ponerle algo bien amplio, ahí está el agujero. Y en ese agujero se incluye la literatura que se roza con el fútbol. A mí la literatura futbolera que me gusta es la que tiene vasos comunicantes con otras esferas de la vida cotidiana. Por eso me gusta Fontanarrosa. La pelota por sí misma habla sola, por suerte, por eso es tan bello el fútbol. Un relato descarnado que hable sólo de la pelota es pobre. Cuando empezó Víctor Hugo Morales en Argentina, ¿por qué era el boom? Porque te inventaba lo que decía el árbitro, lo que le contaba el jugador. Eso era lo novedoso, montarte a otra cosa que incluyera a la pelota como excusa, pero que fuera más allá. Me parece que con el cuento es lo mismo.

–¿Se puede vivir de ser escritor en Argentina?–Digamos que si sigo vendiendo a este ritmo, sí, pero tampoco me interesa porque perdería el contacto con los mundos que me nutren como escritor. Me quedaría sin tema muy rápido. Yo tengo un equilibrio que me satisface: a la mañana enseño con pibes, con todo lo que te obliga, y a la tarde me encierro en mi mundo de escritor. Ser escritor de ficción es algo muy metido para adentro y el riesgo de aislarse es fuerte. Sos vos con los personajes. Cuando escribo, puedo estar cinco horas y no pronuncio una palabra. Y cuando estás terminando una novela te levantás con los personajes, te acostás con los personajes, hablás con los personajes, llegás a un límite cercano a la locura. Entonces el hecho de que haya un mundo afuera que te obliga a salir de ahí me parece que es sano.

–¿Cómo se lleva tu mujer con los personajes?–Trata de llevarse bien, pero hay momentos en que me deja, porque estamos en la mesa, me está hablando y se da cuenta de que estoy en cualquier otro mundo menos con ella.
La charla avanza en un pequeño bar de Ramos Mejía, a 100 metros del Colegio Santo Domingo, de donde el profe Sacheri ha salido hace unos minutos con una carpeta roja algo despellejada bajo el brazo. “Los pibes me preguntan por los cuentos. Es que el tema de los escritores parece lejano, que vean que es una persona común les llama la atención. Quizás imaginaban que el escritor vivía en una extraña torre con una Olivetti tecleando”, bromea.

Como tantos futbolistas frustrados, Sacheri encontró en las letras un modo de encauzar su pasión futbolera. “Empecé a escribir a los 25 años –asume–, cuando ciertas posibilidades ya estaban clausuradas. Como diría Dolina: ‘Si a esa edad no llegué a la Selección, ya no lo conseguiré, sobre todo si aún no debuté en Primera’. Me di cuenta de que mi profesión, la que yo hubiera elegido, ya me estaba vedada. Esperaba a mi primer hijo y me resultó muy movilizante. También sentía insatisfacción por no ver escritas ciertas historias que nadie las escribía. Me pareció que empezar a escribirlas era el camino”.

Estamos en el año 95 y al Sacheri que Passarella no miraba le costaba pegar un ojo. “Soy un tipo al que le cuesta dormir, me encanta la noche, estar despierto cuando todos duermen. Y una manera de matar los insomnios fue empezar a escribir cuentos. Justo para esa época Alejandro Apo empezaba su programa de los sábados. Y algunos amigos que leyeron mis cuentos, ¡siempre son importantes los amigos!, ¡siempre!, me empezaron a hinchar: ‘Dale, boludo, llevale los cuentos a Alejo a ver si los lee, él siempre dice que hay poco material sobre fútbol’”.

El arquero nacido y criado en Castelar aceptó el consejo de sus amigos. Sin programar ninguna cita se acercó a la radio y dejó un sobre oficio con una carta dirigida a Apo, quien pasaría a ser el Francis Cornejo de nuestro personaje, dándole cancha (micrófono) todos los fines de semana. Así fue durante tres años, en los que Sacheri y Apo ni siquiera tuvieron un mínimo contacto telefónico. En el 2000 saltó a escena su primer libro (Esperándolo a Tito) con 16 cuentos que sus fanáticos ya conocían de memoria.

Ahora que el pasatiempo le abrió paso a la producción sistemática, Sacheri va tres o cuatro tardes por semana siempre al mismo bar de Ituzaingó al encuentro de sus musas (con ese, no con doble zeta). “Intento dedicarle no menos de tres horas –destaca–. Es un café chico, mesa contra la ventana si es posible, como para ver un poco el mundo. Y si esa está ocupada, voy a otra y, cuando se desocupa, la moza agarra las cosas y las lleva ahí, ya tenemos ese acuerdo. A veces no queda nada, pero al menos tengo el método de sentarme e intentar. Yo escribo todo de un tirón y a mano, supongo que eso es muy personal. Siempre tengo 3, 4 o 10 ideas dando vuelta como satélites en mi cabeza en diferente grado de maduración. Las ideas son imágenes fuertes que merecerían una historia alrededor. Por ejemplo, en Esperándolo a Tito, la imagen es un jugador consagrado atravesando el portón de una cancha de un sindicato con el bolsito al hombro que viene gritando que lo esperen”.

–¿Cuáles son las principales virtudes que debe tener un escritor? –Saber mirar alrededor y escuchar lo que dice la gente. El escritor debe tener buena imaginación y buen vocabulario, debe leer mucho y tiene que encontrar la voz del narrador, eso es clave. Si yo decido situar un cuento desde una mujer, tengo que intentar sentir y pensar como una mujer, porque si no, se nota. Hay cuentos que están contados desde la mirada de un chico, otros de un viejo. Eso exige encontrar un vocabulario, un clima, para mí es lo que puede volver potencialmente bueno a un cuento.

–¿El escritor nace o se hace?–Supongo que es una mezcla. Se hace leyendo. No veo una medida de cuánto hay que escribir para convertirse en escritor, pero no me imagino escritores leyendo poco. En mi caso, soy un lector voraz. Leí desde los cinco años, cuando le pedí a mi hermana que me enseñara porque no quería esperar hasta primer grado. Arranqué con Patoruzito, después la colección Robin Hood y ya no paré. Me encanta leer. En estas jornadas de laburo, si voy a estar cinco horas en un bar escribiendo, una horita le dedico a la lectura. Y si estoy agotado de escribir, largo y me pongo a leer, me paso a lector, cambio el switch. Leyendo a otro no te copiás, pero te afina. Es como el músico que agarra el diapasón.
–Tu padre ausente aparece seguido en tus cuentos. ¿Tu obra es muy autobiográfica?
–En muchas historias me permito toques autobiográficos. Es muy catártico. Escribir, para mí, es una manera de drenar, de liberar cosas que uno tiene atragantadas. La ventaja de escribir ficción es que te da más libertad para mezclar lo real con lo ficticio. Es bastante terapéutico poder charlar con otro de cosas que le pasan a tu personaje, aunque sean cosas que te han pasado también a vos. Tragar la muerte de tu viejo a los 10 años, como me pasó a mí, es muy jodido. Ahora, que tu viejo resucite falsa pero bellamente también, para que miles de personas conozcan cómo era, digamos que es una linda gambeta frente a la muerte. Son cosas que se te traban en la garganta y se te destraban en las manos.

–Lo contás en “Señor Pastoriza”.–El Pato se murió un lunes y el sábado Apo le hizo un homenaje en su programa. Yo tenía que ir a Mercedes a dar una charla y viajé los 100 kilómetros con la radio prendida y llorando todo el camino, me revolvía el tema de mi viejo. Cuando llegué a Mercedes tenía el cuento en la cabeza y en lugar de ir a dar la charla, me metí en un bar y lo escribí. Llegué tarde a la charla pero ya tenía el cuento. Independiente para mí es eso: un puente que me conduce hacia mi viejo. Y un puente que me conduce hacia mi hijo también. Porque cuando vemos un partido, aún desesperándonos porque no se puede jugar tan mal, es un momento que estamos compartiendo.
“El cementerio de tristezas que todos tenemos en algún lugar del alma”, escribe Sacheri en esa conmovedora carta a Pastoriza. También puede cambiar de frente y tipificar los días de la semana, como ocurre en “Estimado Doctor”. “El martes es el símbolo de la monotonía por excelencia. No es como el lunes, paradigma de la depresión, ni como el miércoles, bisagra de la esperanza, ni como el jueves, preludio de la alegría, ni como el viernes, éxtasis de la liberación”. Una pinturita.
Al momento de elegir los escritores que más influyeron en su formación, arma su equipo de fútbol cinco con Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa, el Gordo Soriano y Pérez-Reverte. Y si se trata de armar el mismo podio con las actividades que más placer le generan, no duda por cuál arrancar: “Jugar al fútbol es fundamental, una de las cosas más lindas que hay en la vida. No me puedo imaginar no jugando al fútbol, alguna vez va a ocurrir, pero no lo quiero ni pensar. Como la muerte”. Hincha de Independiente, a su hijo varón lo lleva no sólo a ver al Rojo, sino también a otros equipos. “Que vaya a la cancha es esencial, para mí forma parte de su educación”, asegura a modo de declaración de principios.

–¿Cuál es tu mayor orgullo como escritor?–Ver que algo que vos creás puede conmover a otra persona, en el sentido de conectarlo con sus emociones y su propia vida. Es maravilloso. Muchos lectores me escriben y me dicen que hacía años que no leían y volvieron con un libro mío. Eso es mágico. “Es lo mejor que me podés decir”, les respondo. “Y seguí leyendo, claro”.

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* LEE UNA SONRISA EXACTAMENTE ASI.

Cuando Dinamarca fue un Barrilete




Gol de Butragueño a Dinamarca
Luego de una excelente primera rueda donde ganó los tres partidos que disputó, goleada por 6 a 1 a Uruguay y triunfo por 2 a 0 contra los alemanes, futuros finalistas del torneo incluidos, la selección dinamarquesa, clasificó primera en su grupo.

En octavos de final debieron enfrentar a la selección española, Dinamarca comenzó ganando el partido por un tanto contra cero cuando corrían tan sólo 31 minutos del primer tiempo. ¿El resulto final?, 5 a 1 a favor de España, apareció “la furia” y relegó a los dinamarqueses para otra oportunidad.


Uruguay vs Dinamarca
Luego de la eliminación de los nórdicos, se empezaron a escuchar algunas de las posibles explicaciones, los jugadores dinamarqueses tenían total libertad para fumar, beber alcohol y convivir con sus esposas. Perdón Bilardo.

Aunque las dos explicaciones más claras surgieron dentro del mismo seleccionado: " Este partido no lo ganó España, lo perdió Dinamarca por las terribles fallas que cometimos en el segunda etapa ", declaró Sepp Piontek, entrenador de dicho seleccionado.

La otra buena excusa fue la de Henrik Andersen, defensor dinamarqués: " Nos faltó humildad, nos confiamos demasiado ".

jueves, 20 de noviembre de 2008

Guillermo Barros Schelotto


Guillermo Barros Schelotto, delantero de Columbus Crew, recibió este jueves el mayor premio individual de la Major League Soccer al ser nombrado Jugador Más Valioso Volkswagen. El argentino logró el mayor número de votos en la encuesta a jugadores, directores generales y directores técnicos de la MLS, en la que también participaron miembros de la prensa.

El ex Boca llevó al Crew al mejor récord de la Liga con 17-7-6 y 57 puntos lo que les permitió capturar el trofeo Supporters’ Shield y el primer puesto de acceso a la Liguilla de la Copa MLS 2008. Además, encabezó la Liga con 19 asistencias, empatando con el segundo récord de la historia de la Liga, y siete goles.

Schelotto fue fundamental en la misión de resucitar al equipo que terminó con 9-11-10 y 37 puntos en 2007, para lograr el mejor record de la Liga y la primera aparición de la historia del club en la Copa MLS.

De cara a la final de la Copa MLS del próximo domingo, el Mellizo tiene tres asistencias en el mismo número de partidos de la Liguilla y contribuyó en casi todos los goles del Crew en la postemporada.

Como si fuera poco, el Mellizo fue el Jugador de la Semana de la MLS en tres ocasiones este año y también fue nombrado Jugador del Mes de Agosto. En 2007, fue miembro de el Equipo Ideal y, con esta distinción, es el segundo argentino en ganar el premio al Jugador Más Valioso de la Liga (Christian Gómez lo había conseguido en 2006).

El 19 de abril de 2007, Barros Schelotto se sumó al Columbus Crew, luego de una fructífera carrera con Boca Juniors: marcó más de 60 goles y ganó 16 títulos locales e internacionales entre 1996-2007.

Con el 54,14% de los votos, el delantero del Crew se impuso a jugadores como Landon Donovan (Los Angeles Galaxy) y Cuauhtémoc Blanco (Chicago Fire), quienes obtuvieron 19.13% y un 3%, respectivamente.

Cabe destacar que Donovan ganó el Botín de Oro de Budweiser liderando a la Liga con 20 goles en una sola temporada, mientras que Blanco llevó a Chicago Fire a la final de la Conferencia Este, donde cayó ante el Columbus Crew de Schelotto por 2-1.

EL FUTBOL URUGUAYO


El fútbol uruguayo es uno de los principales representantes del fútbol mundial y de la historia del fútbol. Profesionalmente se torneo local se disputa desde el año 1932 pero cuenta con 40 años más de historia. Sus dos principales equipos son Peñarol y Nacional, los cuales cuentan con un importante reconocimiento internacional y han marcado la historia de la Copa Libertadores de América y los enfrentamientos intercontinentales.

A nivel de selección Uruguay es el primer campeón mundial en el año 1930, precisamente en el campeonato que se organizó en su país. La primera Copa del Mundo fue organizada por Uruguay ya que había obtenido las dos medallas doradas de la disciplina en las Olimpiadas de Paris 1924 y Ámsterdam 1928. La primera mitad del siglo XX fue ampliamente dominada por el fútbol uruguayo, un ciclo que culminó en 1950 con la máxima epopeya del fútbol mundial. Como dato anecdótico citamos que en París 1924 luego de una exuberante clase de fútbol mostrada al público francés los jugadores uruguayos caminaron alrededor del campo saludando a las tribunas y recibiendo las ofrendas de este, dando origen a la ‘vuelta olímpica’ que todos los campeones realizan actualmente.

El mundial de 1950 se disputó en Brasil y el seleccionado local era el máximo favorito. Al último partido llegaron Brasil y Uruguay, el primero con un punto de ventaja ya que Uruguay había obtenido un angustioso empate ante España 2 a 2. La fiesta estaba preparada para que el local sea el próximo campeón, el estadio Maracaná (el más grande del mundo) albergaba ese domingo 16 de julio 220.000 espectadores. Finalizado el primer tiempo 1 a 0 a favor de los locales nadie apostaba un duro a favor del seleccionado celeste, pero en base a ‘garra charrúa’ y hombría lograron darle vuelta el cotejo al local y superarlo por un punto en la clasificación final para ser nuevamente campeones del mundo. Este histórico hecho es conocido en el mundo entero como ‘el Maracanazo’, un hecho que increíblemente Hollywood aún no ha llevado a la pantalla grande.

Pero los hechos milagrosos del fútbol uruguayo no corresponden únicamente a su seleccionado, que además de ‘el Maracanazo’ suma una larga lista de ellos, también se le atribuyen a sus equipos locales Peñarol y Nacional.

Los clubes del fútbol uruguayo
Los dos grandes clubes del fútbol uruguayo son Peñarol y Nacional. Estos dos se encuentran entre los más laureados del mundo entero junto al Milan A.C. de Italia, el Real Madrid de España y el Boca Juniors de Argentina.

El Club Atlético Peñarol es el más ganador de los torneos locales y cuenta con un extenso palmarés internacional. Entre sus principales logros se destacan 5 Copas Libertadores de América, 3 Copas Intercontinentales,y 41 campeonatos uruguayos.

El Club Nacional de Fútbol cuenta con 3 Copas Libertadores de América, 3 Copas Intercontinentales y 41 campeonatos uruguayos. Es el segundo cuadro mas ganador del país, aunque esto depende de los títulos que se cuenten y es un tema de enorme polémica entre el pueblo del fútbol.

El fútbol uruguayo ha dado grandes jugadores al fútbol mundial como Juan Alberto ‘Pepe’ Schiaffino, Obdulio Varela, Walter Gómez, Pedro Virgilio Rocha, Ladsilao Mazurkiewicz, Fernando Morena, Ruben Paz, Antonio Alzamendi, Carlos Aguilera, Hugo De León, Enzo Francescoli, Ruben Sosa, Pablo Bengoechea, Paolo Montero y una infinidad de nombres más que han empapado las canchas mundiales de gloria

Debut historico de Maradona



El seleccionado argentino, en la primera presentación de Diego Maradona como técnico, venció a Escocia con gol de Maxi Rodríguez.
“Para mi Selección no hay amistosos”, disparó Diego Maradona en su presentación como entrenador del seleccionado argentino, justo antes de dar la lista de convocados para su primer desafío, el partido ante Escocia. Hoy, en el Hampden Park de Glasgow, todas las miradas apuntaron al Diez, quien dirigió por primera vez al equipo nacional. Sin brillos ni lujos, pasó la primera prueba.

Desde el inicio del partido, la Selección Nacional se apoderó de la pelota. Los jugadores escoceses se mantuvieron expectantes, sin hacer mucho para entrar en juego y salir de su campo. Al minuto, Martín Demichelis estuvo muy cerca de abrir el marcador de cabeza. Cuatro después, Mascherano sacó un remate fuerte al arco, que un atento McGregor se encargó de rechazar. Argentina, que estaba cada vez más cerca, no se demoró en romper la igualdad.

A los 8, Carlos Tevez se escapó por derecha, tocó para Jonás Gutiérrez, que –de espaldas al arco- metió el pase justo para Maxi Rodríguez que se frenó y dio la puntada final. Tras una gran jugada colectiva, el jugador del Atlético de Madrid convirtió el primer gol de la era Maradona. El Diez apenas festejó. Se paró y casi ni lo gritó.

Después, continuó el monólogo de Argentina. Pasados diez minutos de la acción anterior, se repitió la jugada por la otra banda. Tevez metió un pase en profundidad para Lavezzi, que le pegó de zurda. El arquero escocés tapó el remate con las piernas. Los de Burley seguían sin reacción, mientras que la visita quería abultar la diferencia.

Recién pasados los primeros veinte, Escocia se animó a acercarse al arco de Carrizo, que todavía no había tenido participación.

A los 36, Mascherano asistió al Pupi Zanetti, que tocó atrás para Tevez. El delantero del Manchester United, que definió muy mal, mandó la pelota muy arriba del travesaño.

Sobre el final de la primera etapa, Demichelis perdió la pelota en el área grande ante McFadden, que no dudó y remató al arco. Carrizo se tiró sobre la pelota y salvó a la Argentina del empate.

En el complemento, el rendimiento del equipo argentino fue mucho más discreto. Escocia repuntó un poco el nivel y pudo generar situaciones de peligro. Argentina pareció conformarse con la ventaja conseguida en el primer tiempo.

Maradona, que se mantuvo muy tranquilo y dio pocas indicaciones, probó con varias variantes. Junto a sus colaboradores, decidió que ingresaran Lucho González, Germán Denis, José Sosa y el Cata Díaz.

El Diez pasó la primera prueba con un triunfo demasiado ajustado. El equipo notó la ausencia de Juan Román Riquelme, Lionel Messi y Sergio Agüero, quienes seguramente darán el presente ante Francia en Marsella, el próximo 11 de febrero.

Síntesis:

Escocia: Allan McGregor; Alan Hutton, Garry Caldwell, Stephen McManus (76’ Berra), Kirk Broadfoot; Scott Brown (83’ Alexander); Paul Hartley (58’ Maloney), Barry Ferguson (56’ Robertson), Kris Tommons, Chris Iwelumo (58’ Lee Miller); James McFadden (66’ Clarcksson). DT: George Burley.
Argentina: Juan Pablo Carrizo; Javier Zanetti, Martín Demichelis, Gabriel Heinze y Emiliano Papa (85’ Daniel Díaz); Maximiliano Rodríguez (90’ José Sosa), Javier Mascherano, Fernando Gago y Jonás Gutiérrez (71’ Luis González); Carlos Tevez y Ezequiel Lavezzi (75’ Denis). DT: Diego Maradona.
Arbitro: Felix Brych (Alemania).
Gol: PT 8’ Maximiliano Rodríguez (A).
Estadio: Hampden Park, Glasgow.

FERRO DEL 82


El triunfo de la humildad y la modestia por sobre todo. Una muestra contundente de cómo la convicción y la unión total de un grupo puede alcanzar la cima. El trencito conducido magistralmente por Timoteo llegó bien llejos y se metió en la historia grande del fútbol argentino.
No pudieron esperar hasta el pitazo final. Había mucho por festejar, mucha alegría contenida, mucha bronca acumulada por lo cerca que se había estado en el campeonato anterior, muchos años de espera para dejar escapar ese tan deseado grito de campeón. Por eso la invasión al campo. Por eso la suspensión de la segunda final frente a Quilmes a un minuto del final. Ferro era campeón por primera vez en su historia. Y valía la pena celebrarlo así, a lo grande.

Pero antes de ese momento sublime, de ese instante que pasó para siempre a la gloria, hubo un equipo que se fue moldeando de a poco, que fue afianzando fecha a fecha su chapa de serio candidato.

Los números hablan por sí solos de lo que fue este gran campeón: terminó invicto tras 22 partidos disputados, con 16 triunfos y 6 empates. Marcó 50 goles y sólo le señalaron 13. Esas cifras impresionantes se sustentaron en un aceitado funcionamiento colectivo y, por supuesto, en nombres propios: Cúper, Garré, Saccardi, Crocco y Rocchia fueron los símbolos y no se perdieron un solo juego. El propio Rocchia además aportó 6 tantos, segundo en ese rubro detrás del gran artillero de este equipo, Miguel Juárez, autor de 22 goles. Nada menos.

El camino transitó en todo momento por los carriles de la humildad y la modestia y con una sola convicción: concretar, por fin, el ansiado título de campeón. Jamás se perdió ese rumbo y así se fue lubricando esa maquinita conducida desde afuera por Timoteo Griguol que terminó marchando a la perfección, siempre con la sencillez como bandera.


LA PALABRA DEL DT

"Esto es la consecuencia de un plan serio y responsable. Cuando terminó el Nacional 81 pensé que íbamos a estar en el 82 otra vez peleando el título y no me equivoqué. Si mantuvimos el mismo trabajo, la misma gente y la misma dedicación, no podíamos otra cosa que mejorar".

miércoles, 19 de noviembre de 2008

El Mito de Bianchi


El mito Bianchi se agigantaba un poco más en Japón, esa tierra que ya le había dado más de una gran alegría. Al igual que en 1994 con Vélez, la víctima del Virrey fue el poderoso Milan de Kaká, Shevchenko y compañía. Otra vez después de sufrir en los penales, Boca festejaba a lo grande y ponía su nombre, una vez más, en la cima del planeta fútbol.
Estadio Internacional de Yokohama. 14 de diciembre de 2003. El mundo palpita con una nueva definición de la Copa Intercontinental. Se enfrentan el Milan, rey de Europa tras vencer en una apretadísima final italiana de Champions a la Juventus (le ganó en la definición por penales después de un ajustado 0-0), y Boca, que de la mano de Carlos Bianchi arrasó en la Libertadores, en la que humilló al Santos brasileño en la serie final (lo venció 2-0 en Buenos Aires y 3-1 en San Pablo).



El partido es parejo de movida. En la cancha no se notan grandes diferencias entre el campeón europeo y el sudamericano, a pesar de que los italianos llegaban con una lista de nombres que realmente le metía miedo hasta al más valientes: Dida, Cafú, Maldini, Gattuso, Pirlo, Seedorf, Kaká y Shevchenko, entre otros monstruos del fútbol mundial.



En medio de ese desarrollo sin mayores diferencias, el que golpea primero es el Milan. A los 23 minutos, luego de un error entre Clemente Rodríguez y Battaglia, Pirlo manda un pelotazo para los hombres de punta y el danés Tomasson define entre las piernas de Abbondanzieri.



Es justo en el momento en que los de Bianchi comenzaban a adueñarse del partido. El gol es un golpe y Boca no puede concretar esa superioridad que empezaba a vislumbrarse. Pero la recuperación llega pronto y no le permite al Milan llegar a dominar el juego: se cumple el minuto 38 cuando Donnet gira dentro del área, mete el zurdazo ante un Dida descolocado y desata el rugido con acento argentino en Japón.



Se va el primer tiempo y el segundo pasa con predominio de la precaución y la actitud conservadora a la hora de atacar, con contadas ocasiones cerca de los arcos. Lo mismo sucede con los dos tiempos suplementarios y entonces el campeón del mundo debe definirse en los penales. Allí, Abbondanzieri se hizo gigante y toda la gloria se pintó de azul y oro. Una vez más…



Síntesis


Boca 1 (3): Abbondanzieri; Perea, Schiavi, Burdisso, Clemente Rodríguez; Donnet, Cascini, Battaglia, Cagna; Iarley y Barros Schelotto (ST 27’ Tevez). DT: Carlos Bianchi.


Milan 1 (1): Dida; Cafú, Maldini, Costacurta, Pancaro; Gattuso (PT sup. 11’ Ambrosini), Pirlo, Seedorf; Kaká (ST 32’ Rui Costa); Shevchenko y Tomasson (ST 14’ Inzaghi). DT: Carlo Ancelotti




Arbitro: Valentin Ivanov (Rusia).


Cancha: Internacional de Yokohama.


Los penales: Por Boca convirtieron Schiavi, Donnet y Cascini. El remate de Battaglia, ejecutado en segundo orden, fue desviado por Dida. Por Milan convirtió Rui Costa, Abbondanzieri contuvo los remates de Pirlo y Costacurta, y Seedorf lo tiró por arriba del travesaño.


LA VOZ DE CARLOS BIANCHI
"Tengo una sensación de felicidad plena. Por haber conseguido el título y por la manera en que lo hicimos. Fuimos un justo ganador, sin objeciones"

MEXICO 86


Partieron a México en un marco de indiferencia luego de que una gran mayoría pidiera la cabeza del técnico y varios de los referentes. Se juramentaron llegar a su gran objetivo y, apoyados en la genialidad en su máxima expresión de Maradona, volvieron con la Copa del Mundo en la valija.
Bilardo había pedido que le den el tiempo necesario para trabajar con todos los jugadores antes de viajar. El equipo había clasificado por la ventana, no jugaba nada bien y en Argentina buena parte de la prensa y los hinchas no querían saber nada con el DT y sus decisiones.

Ese descreimiento generalizado quizá haya sido la gran clave del fortalecimiento que forjó el grupo no bien se instaló en suelo mexicano. Así, con esa unión que prevaleció más allá de varias diferencias y hasta alguna pelea, con un equipo que entendió a la perfección el mensaje y los conceptos que les bajó el Narigón y conducidos en la cancha por la versión más esplendorosa de Diego Maradona, Argentina hizo camino al andar y después de un mes y siete partidos inolvidables, regresó a casa con la Copa del Mundo entre las manos.

La historia arrancó el 2 de junio en el estadio Olímpico, con un 3-1 ante Corea. Valdano, de derecha, marcó el primer gol del sueño. Ruggeri, de cabeza, puso el segundo del debut y otra vez Valdano, tras centro de Diego, cerró la cuenta luego del descuento de Park. Comienzo con el pie derecho.

En el segundo turno llegó Italia, campeón del mundo cuatro años antes en España. Altobelli abrió la cuenta tempranamente pero Maradona apareció con su primera gran genialidad del campeonato para sellar el 1-1. El equipo daba muestras de estar bien y se solidificaba día a día.

El primer puesto en el Grupo A se rubricó con un 2-0 a Bulgaria. Los delanteros del equipo, Valdano y Burruchaga, uno en cada tiempo y ambos de cabeza, señalaron el doblete. Invictos, totalmente afianzados y con ganas de mucho más…

La hora de la verdad había llegado. Desde entonces, era ganar y seguir o perder y volverse con la frustración a cuestas.

En octavos tocó el duro Uruguay, en un clásico rioplatense que, en mundiales, no se daba desde el primero, en 1930. Argentina fue muy superior y pudo golear, pero apenas ganó 1-0 con un tanto de Pasculli a los 42 minutos.

El domingo 22 fue el gran día, el que marcó un antes y un después en la historia del fútbol. Argentina, Inglaterra, la mano de dios, el pie angelical para la obra maestra y el equipo de Bilardo entre los cuatro mejores del mundo.

Frente a Bélgica, otra vez un Maradona excelso apareció con dos perlas inolvidables para sellar el 2-0 y meter a la Selección en la final, donde esperaba Alemania.

Fue un 29 de junio en un estadio Azteca repleto. La aparición del Tata Brown, la definición de Valdano, el susto que dieron los alemanes, la eterna corrida de Burruchaga para consolidar el sueño y todo el resto de la historia conocida.

Los que muy pocos creían tiempo atrás, se había hecho realidad. Argentina era reina del mundo por segunda vez en su historia. Inolvidable.


EL DIA DE LA CONSAGRACION

Argentina (3): Pumpido; Cuciuffo, Brown, Ruggieri, Olarticoechea, Giusti, Batista, Enrique, Burruchaga (ST 44' Trobbiani), Maradona y Valdano. DT: Carlos Bilardo.
Alemania Federal (2): Schumacher; Brehne, Forsters, Jakobs, Briegel, Matthaus, Berthold, Eder, Magath (ST 16' Hoeness), Rummenigge y Allofs (ST Voller). DT: Franz Beckenbauer.
Goles: PT 22' Brown (Ar), ST 11' Valdano (Ar), ST 29' Rummenigge (Al), ST 36' Voller (Al), ST 39' Burruchaga Ar).
Arbitro: Romualdo Arppi (Brasil)

Jugado el 29 de junio de 1986.


LA PALABRA DEL DT

Los partidos los ganan los jugadores en la cancha, pero detrás tiene que haber una maquinaria que funcione. Allí incluyo jugadores, cuerpo técnico y dirigentes. Si tiran todos en la misma dirección, se puede pensar en títulos. Eso fue lo que pasó en México '86".

Kun el Futbol de Barrio.


Kun, Kun, Kun, Kun…’ Un grito de guerra explota en las catacumbas del Calderón cada vez que el centro de gravedad de Agüero conecta con ‘la redó’. El ‘Kun’ es un clon de Romario, un pibe que persigue el sueño de Maradona, un jamón con patas, un talento de suburbio. Agüero, el nuevo hijo pródigo del territorio comanche del Atlético de Madrid, está de moda. Sus zarpazos, su sensibilidad con la pelota, su conjuro hecho cadencia, le han convertido en lo más deseado del escaparate fútbol. Es, este asesino con cara de niño, un futbolista de los que están llamados a marcar época. Aire porteño, descaro pillo y sonrisa vacilona. Fútbol de barrio en estado puro. Su historia, por humilde y rosa, engancha corazones. El secreto del ‘Kun’ no son sus goles, sino su capacidad para hacerlos sentir. Agüero es como el anuncio del reloj de Banderas. ‘No es lo que tengo, es lo que soy’. Y el ‘Kun’ es fútbol de barrio. De Maradona sabemos que hizo realidad el sueño del Pibe. Que salió del sórdido barrial para hacer jueguito de tacón y chanfle, que fue estrella de Los Cebollitas, y que su alma era blanca y pura cuando jugaba por la Coca-Cola y el bocadillo. La historia le coronó como el mejor futbolista de todos los tiempos. El potro Rodrigo, como una zurda inmortal. De Leo Messi sabemos que fue pulga de potrero, melena al viento que vuela cual Aerolíneas Argentinas, que fue estrella de las inferiores de Rosario y que desde su paso por La Massía, todos los cazatalentos buscan La Messía. La historia le empieza a coronar como el mejor futbolista del momento. Y de Sergio Agüero, del ‘Kun’, sabemos que su leyenda nace por dibujos animados japoneses cuyo protagonista era un cavernícola bajito y rechoncho, llamado Kum-Kum, que saltaba de risco en risco con una sonrisa de oreja a oreja. Aquello fue fuente de inspiración para que Don Cheti, como un abuelo para Sergio, empezara a llamarle Kun, con ‘n’ en lugar de ‘m’, porque uno de sus hermanos pequeños así lo pronunciaba. Bendito abuelo. Sergio, alma de potrero, hijo de la calle, nació en Flores, vivió en una villa-miseria de Don Bosco, con sus padres, seis hermanos, dos primos, un amigo y su perra, Atila. Hasta los 14 tenía tres posters en su casa: el de Michael Jordan, el de Manu Ginóbili y el de Maradona. A los quince, sus hermanos empezaron a colgar de las paredes de casa todos los recortes y las notas de prensa que los periodistas le hacían a Sergio. Era, con 15 años, el pibe más joven en pisar un campo de Primera en Argentina. Fue allí donde la prensa le bautizó como ‘el cavernícola de la Doble Visera’ `por el nombre del estadio de Independiente de Avellaneda]. Después llegó el Atlético con 26 ‘palos verdes’, se lo llevó al Calderón y, después de un año complicado, se ha convertido en ídolo. A ritmo de cumbia, juguetón como el estribillo de Los Leales, el ‘Kun’ empieza a ser consciente de que la historia le puede coronar, algún día, como el mejor futbolista del mundo. Está en ello. Tengan paciencia con él. Maradona y Messi le esperan.

GRANDES IDOLOS 1


MARIO ALBERTO KEMPES.(Bell Ville, Provincia de Córdoba, Argentina, 15 de julio de 1954), es un ex futbolista argentino. Apodado "El Matador", jugaba de mediocampista ofensivo o delantero por izquierda, es considerado como uno de los grandes jugadores argentinos de la historia y elegido por la IFFHS el 6º mejor jugador argentino del Siglo XX,[1] destacaba por su zurda potente, facilidad para el gol, velocidad, coraje y destreza.

Historia:

Comenzó a jugar al fútbol en las inferiores de Talleres de Bell Ville y con solo 16 años se consagró campeón con la primera del Club Bell. En 1971, su nombre ya era conocido por muchos, por su fama de goleador gracias al campeonato conseguido con el Talleres de Bell Ville en 1970, donde en el último partido de liga ganaban 12-1, marcando Kempes seis de los tantos anotados.

Mario Kempes vistiendo la camiseta de Rosario Central.
El 10 de marzo de 1972 firmó el pase a Instituto de Córdoba, pagando el club 3 millones de la vieja moneda. Ese año logró el campeonato cordobés, obteniendo el derecho de intervenir en el Torneo Nacional 1973. Su debut en primera división fue contra Newell's Old Boys (0-1), el 5 de Octubre del '73. Cuatro días más tarde conseguía su primer gol frente a River Plate. Finalizó ese torneo en el tercer puesto de la tabla de goleadores. Aún en el '73, fue llamado para defender la selección en el torneo juvenil de Cannes e hizo 4 goles en 3 partidos. Ese año debutó con la selección mayor en un partido frente a Bolivia por las eliminatorias.
En el año 1974 Rosario Central lo compró por 130 millones de pesos. Desde su debut el 22 de febrero de 1974 contra Gimnasia de La Plata, hasta su último partido el 1 de agosto de 1976, anota 89 goles en 107 encuentros, hecho que lo catapulta como el máximo goleador de la historia del club de Arroyito. En esa época surge su apodo "El Matador". Por su gran actuación fue llamado para el Mundial de Fútbol de 1974 en Alemania y todo esto le valió para que fuera adquirido por el Valencia CF en 1976 por 30 millones de pesetas (300.000 dólares), dónde dejó plasmada su facilidad para el gol obteniendo el Trofeo Pichichi al máximo goleador de la Liga Española de fútbol en dos ocasiones (76-77 con 24 goles y 77-78 con 28).
Al medio de esto llegó el Mundial de 1978 realizado en Argentina donde Kempes fue campeón con su selección, goleador del torneo y máxima figura de la competición. Ese mismo año también se casó con María Vicenta Moll, una valenciana con quien tuvo sus tres primeros hijos.
Obtuvo la Copa del Rey el 1979 al vencer en la final al Real Madrid por 2-0 consiguiendo él los dos goles, disputada en el Estadio Vicente Calderón. En esta competición, el Valencia había eliminado al campeón anterior, el FC Barcelona, contra el que había perdido en el partido de ida en el Camp Nou, 4-1, consiguiendo una espectacular remontada en el partido de vuelta disputado en el Estadio Luis Casanova, 4-0. Así como la Recopa de Europa el 14 de mayo de 1980 ante el Arsenal inglés en la tanda de penalties, en la que, curiosamente, falló el suyo, pero esto no empañó de ninguna manera su gran actuación a lo largo de toda la competición, pues fue su máximo goleador con 9 goles. En esta competición, también dejó atrás, en cuartos de final, a su vigente campeón, el FC Barcelona, ida 0-1, gol de Saura, en Barcelona, vuelta. 4-3, el día de Sant Josep, fiesta principal de las Fallas de Valencia. Y la Supercopa de Europa en diciembre del mismo año contra el Nottingham Forest, 2-1 en Nottingham, 1-0 en Valencia, que era el mejor equipo de Europa del momento, campeón de la Copa de Europa dos años seguidos (1979, contra el Malmöe, 1980, contra el Hamburguer SV de Kevin Keegan). Lamentablemente, nunca pudo ganar la Liga española, a pesar de contar, el Valencia de aquella época (1976 a 1981), con una gran plantilla, en la que sobresalían jugadores como Bonhoff, Solsona, Carrete, Pereira, Tendillo, Saura, Felmán, Diarte, Botubot, Arias, Castellanos, Manzanedo, Morena, Pablo, Subirats, Cerveró...
Volvió a Argentina en marzo de 1981, al River Plate por 300 millones de pesetas. Con el club de Núñez, obtuvo el Campeonato Nacional de 1981, en donde Kempes anotó un decisivo gol en la final, jugada ante Ferro Carril Oeste.
Al no poder el club argentino cumplir con todos los pagos y únicamente abonar 130 millones de pesetas regresó al Valencia CF la temporada 82-83 dónde permaneció hasta la 84-85 su ultimo partido fue contra el Real Murcia ,jugo de tituar y marco un gol en el minuto 37 despues se marchó al Autocares Luz de Valencia, equipo de la liga de Fútbol Sala y tras unos meses al Hércules Club de Fútbol jugando 2 temporadas, en las cuales sus grandes goles sirvieron para la permanencia en la máxima categoría del futbol español, y empezando así su periplo por equipos centro-europeos de escaso nivel como Viena, Sankt Polten, Krems, u otros como Arturo Fernández Vial de la segunda división de Chile en 1995 o el Petaling Jaya de Indonesia en 1996 antes de su retirada del fútbol. Luego de su retiro Kempes se dedicó un tiempo a entrenar equipos en Indonesia, Albania -de donde salió por piernas tras la quiebra financiera del país-, Bolivia y finalmente a Mineros de Guayana en Venezuela, antes de recalar en Valencia durante un tiempo.

Mario Kempes señalando uno de sus dos goles a Holanda en la final del Mundial de 1978.
Su biografía ha sido publicada en el libro "El Matador", escrito por el periodista Federico Chaine con un prólogo del entrenador César Luis Menotti, y editada por Homo Sapiens Ediciones.
En la actualidad, Kempes trabaja como comentarista de partidos de fútbol para la cadena estadounidense ESPN en su versión para Latinoamerica. Tiene una pequeña hija, Natasha, fruto de su relación con su segunda esposa, la venezolana Julia, además de tres hijos más de su anterior matrimonio. Dos chicas: ,magali y Arianne, que trabaja en un hotel en Valencia; y Mario, que estudia secundaria y que no ha heredado la genialidad futbolística.

SELECCION NACIONAL:

Ha sido internacional con la Selección de fútbol de Argentina entre los años 1973 y 1982 con 43 presencias y 20 goles marcados.
Fue el máximo goleador del seleccionado argentino campeón de la Copa Mundial de Fútbol de 1978 con 6 goles, marcando 2 en la final ante Holanda y proclamándose así campeón del mundo y recibiendo la Bota de Oro del Mundial'78.
Pese al rótulo de candidato, la base del mundial 78 y la suma de jugadores importantes, el seleccionado argentino no pudo repetir el título en España '82 y quedó eliminado sin ningún tanto del goleador. Tras ese año, el "Matador" le cedió su camiseta número 10 al ascendente Diego Maradona, quien señaló a Kempes como el “gran impulsor del fútbol argentino” en su autobiografía. Eso sí, el cordobés no sólo será recordado por sus goles, sino también por el juego limpio: en toda su carrera en la selección nunca recibió una tarjeta roja.

Algo de Bilardo



Un diario Inglés publicó la historia del desarrollo de las tácticas a final de siglo y la última fue la de ARGENTINA 86, con tres defensores, cinco mediocampistas y dos puntas, esta táctica la había puesto a prueba en Estudiantes 82, y luego en una gira del año 84, después de perder con Colombia, había algunos que dudaban de mi continuidad al frente de la Selección Nacional, teníamos que viajar a Europa a jugar con Suiza, Bélgica y Alemania, estábamos en el aeropuerto y se acercó José María Muñoz, relator de Radio Rivadavia y me dijo, “quedate tranquilo que ganamos estos tres partidos y se calma todo”.Cuando jugamos contra Suiza di la formación a los periodistas que cubrían la gira, me dijeron que estas equivocado, nombraste tres centrales, les dije que no estaba confundido, que se quedaran tranquilos que estaba muy bien y que íbamos a cambiar la táctica e íbamos a utilizar tres defensores, cinco mediocampistas y dos puntas, y luego de llevarlo practicado casi dos años lo puse en práctica en tan difíciles encuentros. Recordar que debutaba como DT Beckenbauer al frente de Alemania. El sistema dio resultado, se ganaron los tres partidos, y después lo utilizamos en el Mundial 86 donde lo vió todo el mundo del fútbol. Cunado nosotros salimos a jugar así, el mundo no lo sabía, los sorprendimos porque no se conocía con detalle el sistema empleado.Yo decía que la táctica estaba atrasada veinte años y muchos se enojaron, pero con el tiempo tuve la oportunidad de dar una conferencia durante el mundial de Francia 98, donde fui invitado por la Federación Francesa de Fútbol. Ahí todo con videos mostré como se jugaba, como se entrenaba para utilizar tres defensores. En el auditorio entre otros estaban Rinus Michel, Robbie Robson, Carlos Alberto Pariera, Marcelo Lippi, Venglos y más de 600 invitados. Esta conferencia se produjo dos días antes de disputarse la final de la copa del mundo. Me sirvió porque no me había referido al fútbol Argentino solamente sino al fútbol Mundial y delante de los mejores DT del mundo expliqué como había nacido la táctica 3-5-2. Por la revista El Gráfico estaba presente Horacio Del Prado y el organizador era Gerard Houllier.
Luego con el tiempo muchos equipos y seleccionesoptaron por el sistema táctico. Hasta Inglaterra lo utilizó, dirigido por Hoddle, utilizó en defensa como líbero a Adams, Campbell por derecha y Souttgate por izquierda.Luego Ayala, defensa de la Selección Nacional dijo, “jugar con tres en defensa es muy audaz”.La final de Corea-Japón donde se enfrentaron Brasil y Alemania las dos selecciones jugaron: Brasil con Edmilson como líbero, por derecha Lucio y por izquierda Roque Junior, y Alemania con Ramelon como líbero, Linke por derecha y Metzelder por izquierda.Hablamos de tácticas pero para poder utilizar cualquiera de ellas, hay que disponer de jugadores de buena técnica. Recuerdo una conversación que tuve con los jugadores en el año 89 en un hotel de Berlín (Alemania), donde disputabamos un torneo amistoso. Realizé una reunión como siempre en una habitación, antes de la cena y les dije: “Muchachos en el fútbol hay que saber manejar el balón. Todos ustedes en cualquier lugar del campo que jueguen, tienen que saber controlar el balón, como si fuera el bisturí del médicop, o la aguja del sastre, la pierna izquierda, la derecha, de cabeza, con el pecho, de taquito, el muslo…Mi idea y mi gusto sería que cuando viajamos en el avión, los que van sentados fenómeno que se queden tranquilos, pero los que son más impacientes y van parados, me gustaría que caminen por los pasillos con un balón, tocado, pasándosela uno a otro, que bajen por la escalera haciendo jueguito y que no se le caiga el balón”. Bajaron a cenar, yo fui hasta mi habitación y cuando llegué al comedor estaban todos sentados y Diego Maradona sacó un balón y sentado hacía jueguito (tocaba el balón sin dejarlo caer), y preguntaba, así Carlos.Hoy los futbolistas tienen bien en claro que si no dominan bien el balón, tienen que practicar la parte técnica, por más que sean figuras siempre les queda algo por aprender y si ya lo saben no pueden dejar de practicarlo.

Dr. Carlos Bilardo

Puerta 12: Memorias del horror.

Fue el 23 de junio de 1968. Había terminado un River-Boca. En la Puerta 12 del Monumental hubo una avalancha. Murieron 71 hinchas, la mayoría menores. La Justicia nunca encontró culpables.
Un rato antes de las tres menos cuarto de la tarde se supo cuál era la travesura que había preparado Angel Clemente Rojas: quitarle la gorra al ya legendario Amadeo Carrizo. Pero el arquero se negó a comenzar el partido hasta que le devolvieron la cábala, y más tarde se vengó del delantero. Cuando faltaban diez minutos para el final del partido, Carrizo se sentó en el césped para burlarse de la escasez ofensiva de Boca. Amadeo y Rojitas, que le pusieron unos gramos de alegría a un encuentro empatado 0 a 0 y sin atractivos, jamás imaginaron mientras caminaban hacia el vestuario que aquel clásico se estaba metiendo en la historia de la peor manera. Porque esa tarde de hace 32 años, el 23 de junio de 1968, 71 hinchas encontraron la muerte en una avalancha trágica en la Puerta 12 del Monumental. Fue la más grande catástrofe del fútbol argentino. Pero para la Justicia nunca hubo responsables."Me salvé porque tenía la costumbre de quedarme un buen rato en la tribuna después de que terminaba el partido. Estaba con un amigo que hacía la colimba junto conmigo. Cuando bajamos, la Policía cerraba el paso hacia esa puerta, pero no tenía la menor idea de por qué. Era muy confuso" (Hugo Vargas, 52 años, testigo).Los hinchas visitantes ocuparon la tribuna que da a Figueroa Alcorta. Estaba atestada, como todo el Monumental. La popular valía 300 pesos moneda nacional (1 dólar se cotizaba a 350). Por el frío —la temperatura máxima fue de 12ø7— y por el aburrimiento, las 90.000 personas que habían visto el partido querían irse lo antes posible. En el sector visitante comenzaron las avalanchas. Se venía la tragedia."El clima era peligroso. Algunos hinchas habían quemado banderas de River. Otros arrojaban cohetes, monedas y vasos con orina a los que estaban en la parte baja de la tribuna. No faltaron trompadas ni pequeñas avalanchas" (de Eduardo Amatucci, testigo, a Clarín en 1968).El último tramo de las escaleras que bajan a la Puerta 12 —actual sector L de la tribuna alta Centenario, siempre ocupado por los hinchas visitantes— tiene 80 escalones entre el descanso al aire libre del primer piso y la calle. En cada uno caben 15 personas como máximo. Un túnel oscuro y peligroso. Una trampa terrible si los simpatizantes que están abajo no pueden salir y los que están arriba empujan y empujan sin saber qué sucede."En un principio era una avalancha normal, pero después se acrecentó. Iba por el aire, sin tocar el piso. Algo empezó a salir mal. La avalancha se detuvo. Cada vez estaba más apretado. Había gritos de pánico, de mucho miedo. La gente que estaba abajo quería subir. Estábamos uno arriba de otro bajo una terrible presión que no dejaba respirar. Me caí y después me desmayé. ¿Cuál fue el motivo de la tragedia? Nunca lo conocí. Yo me salvé de milagro. Quizá gracias a la gente que me ayudó porque era el más joven de todos y porque la avalancha se detuvo cuando yo estaba en un recodo de la escalera. Apenas tenía 14 años. Nunca más fui a ver a Boca" (Miguel Durrieu, 46, sobreviviente).Fue demasiado tarde cuando los gritos y los gestos desesperados pudieron detener la marea descendente. Setenta y un muertos (más víctimas que en el accidente de hace 10 meses en el Aeroparque, donde perdieron la vida 67 personas) por golpes y por asfixia. Más de sesenta heridos. ¿Por qué? Treinta y dos años después, se sigue sin tener una certeza de la causa. Desde el primer momento, los testigos sobrevivientes daban versiones diferentes. La mayoría vio los portones metálicos cerrados o entornados. Y muchos aseguraron que los molinetes no habían sido retirados."Los molinetes estaban colocados en la salida y tenían una barra de hierro que no permitía el paso ni de a una persona a la vez" (de Juan Iñíguez a Crónica en 1968)"Yo puedo asegurar que, diez minutos antes del final del partido, la Puerta 12 estaba cerrada. Mi hijo de 10 años se desmayó y quise salir por ahí, pero me vi obligado a subir con el nene en brazos y buscar otra salida. La puerta estaba cerrada, yo la vi. Y para peor, cuando la abrieron, quienes estábamos en las primeras filas nos encontramos con los molinetes. Fue tremendo, señor" (de Enrique Acuña, sobreviviente, a Clarín en 1968).Pero otros hinchas afirmaron convencidos que la tragedia fue causada por una brutal represión policial. Según esa hipótesis, que también fue muy reiterada por los testigos, la Montada detuvo al público a puro bastonazo y provocó que muchos hinchas que estaban saliendo del estadio por la Puerta 12 intentaran retroceder. La Policía era temible —gobernaba por la fuerza el dictador Juan Carlos Onganía— en las calles, canchas y universidades."Los hinchas hacían sus necesidades en vasos de café y le tiraban orina y excremento a la Policía montada que estaba en la calle. Eso provocó la represión policial y luego, la tragedia" (William Kent, ex presidente de River)."Hubo agentes que actuaron sobre la gente que se desconcentraba por la escalera de la Puerta 12, mientras era obstruida por la Policía montada. Allí se produjo el desbande y la tragedia. La puerta estaba abierta y los molinetes, retirados. Yo estaba ahí y doy fe de ello. Mi hipótesis es que se quiso poner a cubierto el desempeño de la Fuerza y se inventó el tema de los molinetes" (de Juan Carlos Tabanera, ex inspector general de la Municipalidad, a Domingos Populares en 1988).En algo coincidieron todos: la iluminación de la escalera era inexistente, el piso estaba resbaladizo y no había pasamanos ni barandas. La mayoría de los hinchas que salían por otras puertas, incluso a pocos metros del desastre, sabían poco y nada de lo que estaba ocurriendo en la Puerta 12. Pero tarde o temprano se enteraron."Ese día estuve en la tribuna de River, y salí por la puerta de al lado. Recién me enteré a diez cuadras del estadio, cuando salían los camiones con los muertos. Los cuerpos estaban violetas" ("Cacho" Burgo, testigo).La angustia de los familiares de los hinchas que habían asistido a la cancha se hizo into lerable a las pocas horas. "¡Papá está en casa!", gritó desbordado de nervios un muchacho en la comisaría 33 cuando, desde su casa, le avisaron por teléfono que su padre había sobrevivido. Pero los que no tuvieron esa suerte empezaron a peregrinar por hospitales y comisarías para intentar descifrar las cadáveres numerados y aún sin identificación."Pensaban que yo había muerto y me escribieron el número 19 en mi pecho, como si ya fuera finado. Recién en el hospital Pirovano se dieron cuenta de que todavía respiraba. Tenía los ojos color morcilla y la piel color carbón. Me estalló un oído y casi pierdo la vista. Me habían dado por muerto. Sólo recuerdo hasta que terminó el partido y me metí en la escalera de la Puerta 12. Después no me acuerdo de nada más, pero mi esposa vio en un video que los molinetes estaban puestos y que la Policía pegaba. Me salvé porque tengo una caja torácica grande" (Juan Carlos Alomo, 57 años, sobreviviente)."Tenía franco, pero me enteré y al rato llegué al hospital. Era un horror y se pudo hacer muy poco. Recuerdo a los familiares corriendo desesperadamente por los pasillos. Los hospitales no estaban preparados para recibir víctimas en masa. Los que se salvaron fue por su fortaleza física. Hasta llegó el presidente Onganía para hacer rostro" (Jorge Izza, médico, ex jefe del hospital Pirovano).La mayoría de los muertos eran jóvenes y adolescentes. El promedio de edad, 19 años. Por eso la causa quedó a cargo de un juez de Menores, Oscar Hermelo. Cuando al día siguiente fue al estadio para hacer un reconocimiento visual, todavía había cordones, hebillas de cinturón y peines sobre los escalones. Y manchas de sangre.Los hechos de la Puerta 12 trascendieron fuera de la Argentina. Unidos por el espanto, el Barcelona de España, la Universidad de Chile y la Liga Paraguaya ofrecieron sus equipos para jugar partidos en Buenos Aires a beneficio de los familiares de las víctimas. En el país se decretó duelo nacional. Ese día, en las páginas de espectáculos de Clarín, se anunciaban películas como "Psexoanálisis", "Turismo de Carretera", "Al maestro con cariño" y "Grand Prix". Pero llamaba mucho la atención un aviso de Teleonce que promocionaba un documental sobre la muerte de Carlos Gardel, de la que se cumplían 33 años: "Crónica de un día triste", se leía en grandes letras. El martes fueron enterrados los restos de la mayoría de las víctimas, pero todavía quedaban dos cadáveres sin identificar. El viernes falleció en el hospital Fernández Julián Fieldman, de 16 años, la víctima 71 de la tragedia. Dos meses después, el juez ordenó la prisión preventiva de Américo Di Vietro y Marcelino Cabrera, intendente y capataz de River, y dispuso un embargo de 200 millones contra ambos y contra el club."El suceso se desencadenó y alcanzó la magnitud extraordinaria conocida por la existencia en las bocas de salida de un obstáculo irremovible entre los que cabe mencionar: 1°, la puerta plegadiza total o parcialmente cerrada; 2°, la puerta plegadiza replegada y no rebatida, más el total de molinetes colocados; 3°, la puerta plegadiza replegada y no rebatida, más algunos molinetes colocados" (fragmento del informe de los peritos que intervinieron al juez Oscar Hermelo).Pero a fines de noviembre, mientras en el teatro Agón se representaba la obra "La puerta 12", de Martha Pensel y Gerald Huillier, la sala VI de la Cámara de Apelaciones en lo Criminal y Correccional, integrada por Raúl Munilla Lacasa, Jorge Quiroga y Ventura Esteves, sobreseyó definitivamente a ambos imputados y les levantó el embargo. Los tres camaristas consideraron que las pruebas demostraban que, antes de haber terminado el partido, todos los obstáculos habían sido removidos."Yo había dispuesto el procesamiento de dos personas pero, cuando la Cámara revocó la medida, la investigación no pudo continuar" (ex juez Oscar Hermelo, 84 años, a Clarín a través de un familiar).La queja presentada por los damnificados ante la Corte Suprema quedó "dormida" largamente. En agosto de 1969, cansados, los familiares desistieron del recurso."(La demora) resulta penosa para quienes recurren a este palacio en demanda de justicia, particularmente para los abogados que no pueden encontrar ya argumentos lógicos para explicar lo inexplicable... Una justicia tardía ya nada repara y resulta carente de sus atributos más precisos y esenciales" (del escrito presentado por los abogados de los familiares de las víctimas, Marcos Hardy y Carmen Palumbo, al desistir del recurso de queja ante la Corte Suprema).A fines del 68 los clubes y la AFA reunieron 32 millones de pesos (menos de 100.000 dólares) para ofrecerlos a los familiares como resarcimiento. En enero del 69 dispusieron darles 30 días de plazo a los damnificados para que se anotaran para cobrar el resarcimiento, pero en la misma nota el interventor Armando Ramos Ruiz intimaba a quienes querían cobrar esa suma para "renunciar expresamente a cualquier acción legal contra River" para exigir indemnizaciones. Dos años después, la AFA y River fueron condenados a pagarles 140.000 pesos ley (14.000.000 moneda nacional) a Nélida Oneto de Gianolli y Diógenes Zúgaro, familiares de víctimas en la tragedia. Pero el resto jamás reclamó ni cobró un solo peso."No había pensado en hacer juicio, pero un abogado de tránsito me convenció y lo ganamos. Mi esposo tenía 35 años. Pero pasó mucho tiempo, yo me volví a casar y tuve hijos. Es un hecho que tengo medio olvidado y prefiero no volver a hablar" (Nélida Oneto de Gianolli, viuda de una de las víctimas).Hoy, los portones metálicos y los molinetes del Monumental son otros. Pero el último tramo de la escalera sigue siendo un túnel con iluminación deficiente, aunque ahora tenga una baranda central que divide la circulación. Los encargados de controlar las entradas, que no pasan de los 30 años, apenas saben lo que ocurrió aquella tarde. Igual que muchos hinchas jóvenes. Apenas saben que allí se vivió la mayor tragedia del fútbol argentino.